El amor hacia los libros

Me declaro bibliófila. Eso significa que amo los libros. El objeto en sí. No estoy peleada con los formatos digitales per se, sólo ocurren varias cosas. La primera es que crecí rodeada de libros, en una casa donde regalar o recibir libros es una cosa esplendorosa, donde los cuidamos para que duren más tiempo sin caer en el sacralizarlos, empecé a leer novelas a los  años y no he parado desde entonces. Me gusta la sensación de un libro sobre mi regazo mientras me siento en un sillón, envuelta en una cobija, con una taza de té o café al lado. Si afuera cae una lluvia leve mientras estoy sentada en mi sillón, la escena es idílica y casi celestial para mí. Me gusta subrayar mis libros con mis plumas y plumines de colores y poner post-its para señalar las partes que más me cautivaron aunque eso último lo hago con las lecturas de estudio, no con las novelas. Con las novelas lo que hago es apuntar las citas que más me gustan en un cuaderno. Me gustaría decir que tengo cuadernos retacados de citas, pero empecé con esa costumbre sólo a fechas muy recientes—y perdí el primer cuaderno donde había iniciado, así que básicamente estoy empezando de cero.

En el momento en que tuve un poco de independencia económica y espacio, empecé a alimentar mi propia biblioteca. Claro, los que me conocen saben que amo los libros y me los regalaban desde hace tiempo, pero tiene una cosa dulce el poder irse haciendo de sus propias cosas uno solito. Las librerías son de mis lugares favoritos y yo no puedo salir de viaje sin meterme aunque sea en una librería local. Cuando de plano sé que no hay dinero, me meto en la librería sin nada más que mi existencia, para no ceder ante la tentación, porque he aprendido con los años que un “Bueno, sólo este título” puede derivar en salir con más de tres libros y eso no siempre es prudente. Así es como uno de hace de una pila enorme de libros por leer. Y aunque sé bien que hay más libros que vida, a veces tengo el impulso de querer leerlo todo.

No sé si mi curiosidad nació a partir de leer tanto, o si leo tanto porque soy curiosa. Va tan de la mano una cosa de la otra que se me hace una discusión bizantina tratar de resolver ese enigma, ¡lo mismo da! Lo que sí sé es que leer me ha abierto mundos increíbles. Y veo en cada libro un portal a un diálogo maravilloso con las ideas, los personajes, las cabezas de los autores. Sí, me gusta el objeto en sí. ¡Claro! Tengo muchos PDF’s que me han salvado cuando no consigo los libros (tengo una puntería para querer libros difíciles de conseguir que no cualquiera) pero siendo alguien que trabaja horas y más horas en la computadora y que tiene los ojos ya cansados precisamente por leer tanto con mala luz, que ni con mis lentes de mica antireflejante me libro de cansarme. Por eso amo los libros, sin brillo en las páginas. Claro, hay quien quiere llevarme por el camino de la Kindle o dispositivos similares (y quizá cuando tenga el dinero me haga de una), y no estoy peleada con ello, pero el amor que siento por los libros, el objeto, es por la historia que guardan.

Es por eso que tener libros de segunda mano me gusta: encontrar notitas, lo que otro subrayó, lo que le llamó la atención. El paso del tiempo, de la vida, de los pensamientos, se pueden guardar dentro de un libro. Tengo una amiga en Estados Unidos a quien le comenté que estaba buscando unos libros que no había conseguido en México y que vía Amazon me salían muy caros por el envío (el envío me salía en el doble del costo de los libros en sí). Ella se ofreció a ayudarme a buscarlos allá —ella es bibliotecaria y ama los libros tanto como yo— preguntándome si no me importaba que me los consiguiera usados. ¡Claro que no me importa!

Recientemente me mandó las fotos de los libros que ha conseguido para mí, con algunas notas del tipo “la portada está gastada” o “éste tiene notas al margen” y para mí fue motivo de alegría. Podré leer no sólo las ideas de los autores, sino de los dueños anteriores. Se me hace una aventura emocionante.

Books 1

Una de mis amigas más queridas es historiadora y dirige el archivo histórico de la universidad en donde trabaja y con ella llegué a comentar justo eso: la magia de revisar en bibliotecas ajenas y encontrar fragmentos de ideas. Confieso que espero que el día que yo ya no esté en este planeta, quién se quede con mi biblioteca sepa apreciar mis libros rayados, manoseados, amados. Finalmente, ellos se están quedando con un pedazo de mi historia y de mi vida. El amor por los libros de un bibliófilo creo que va más allá de sólo leer por leer. Es un cariño por cada ejemplar por ser una máquina del tiempo a las historias que nos conmovieron antaño, a las sensaciones que nos provocaron cuando los leímos y a las ideas que despertaron en nosotros. ¿Ustedes qué opinan?

2 Comments Add yours

  1. Loren@ says:

    ¡Que si no!
    Justo el año pasado le doné un libro a Moviteca, un libro que sabía que difícilmente volvería a leer, pero que me había gustado lo suficiente para querer compartirlo, ¡que otros lo lean! Me costó muchísimo desprenderme de él, fue como decirle adiós a un ser muy querido por más que me repetía “es solo un libro que leíste una vez, deja que otros lo disfruten”…

    Libros… ❤

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    1. Vanessa Puga says:

      ¡Sí! Conozco la sensación, pero creo que hiciste bien en donarlo 😀
      Libros ❤

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